‘Brigada 22’ de Emilio Gancedo.
Presentación Club de prensa del Diario de León.
2 de octubre de 2019 a las 19:30 horas
Club de Prensa del Diario de León. Gran Vía de San Marcos, 8 (entrada por calle Fajeros)
«Una novela espléndida, escrita con precisión y sensibilidad». Secundino Serrano
España. 1980. En una ciudad de provincias cualquiera.
Francisco Munera es un oficinista gris que vive
con su madre, una recalcitrante mujer que pasa los
días postrada en la cama y que, por miedo a que su
hijo «se signifique y acabe como su padre», se dedica
a darle todo tipo de consejos que empequeñecen
su ya de por sí anodina existencia. En Paquito, sin
embargo, nace súbitamente una ambición: publicar
en la sección «Cartas al director» del diario provincial,
que siempre leía su padre. Y este anhelo pueril,
unido a una serie de sorprendentes coincidencias,
le llevará a descubrir la existencia insospechada de
unas gentes ancladas en el pasado: una achacosa
partida del maquis que, pese a los años transcurridos
y al manto de olvido caído sobre sus fusiles,
continúa aferrada a unos ideales y a unos cuantos
palmos de selva mediterránea. Sus integrantes ni
siquiera recuerdan cuánto tiempo llevan emboscados,
aunque siguen recordando muy bien por qué.
Emilio Gancedo (León, 1977) es escritor y periodista cultural. Ha firmado libros de relatos, guías de
viaje, obras de carácter etnográfico y guiones para documentales, además de ser un asiduo participante
en conferencias, tertulias y filandones (cuentacuentos populares). Es autor del tan celebrado como
imprescindible Palabras mayores. Un viaje por la memoria rural. La Brigada 22 es su primera novela.
[…]
Por primera vez el semblante del jefe se aflojó un poco. Quedó callado y con la mirada vuelta hacia dentro,
como si en la cúpula de su mente comenzara a proyectarse una película sobre otros tiempos y otros rostros.
Quizá un tiempo en el que conoció a gentes que subían a los frentes a escribir noticias y perseguir entrevistas
jugándose el pellejo propio. Pero al poco tiempo regresó y se esforzó por recuperar su gesto grave.
—Quizá tenga razón… o quizá no. Dígame, ¿tiene algún documento o carné profesional que lo acredite?
Desolado, Paquito tuvo que reconocer que no, que aún no lo tenía. Pero decidió no quedarse ahí.
—Acabo de empezar a colaborar con un periódico y todavía no me han dado el documento ese que usted
dice. Es el Diario de la Provincia, ¿lo conocen? —preguntó, con un súbito centelleo de audacia.
—¿No siguen publicando Avance obrero? Era el periódico de la provincia en mis tiempos —comentó, algo
animado, el que gastaba mitones y sombrero.
—Creo que no. Vamos, no me suena.
—Claro que no siguen sacando Avance, Cacho, no seas idiota. Y ese que dice el pollo será un periódico
fascista, por supuesto. ¿A que vienen en él los horarios de misas? —preguntó, como exigiendo una prueba
irrebatible.
—Sí, sí que vienen.
—¿Veis? —dijo el comandante con acento triunfal.
—Bueno, pero también los resultados de la lonja agropecuaria, y la agenda cultural, y la cartelera de
cines, y los programas de la televisión. Es un periódico muy completo.
—¿Televisión? —inquirió el más joven, el de los cabellos crespos.
—Un invento que los nazis regalaron a Franco —aclaró el jefe. Y cuando escuchó ese apellido, el Marcao
escupió en el suelo—. Un maldito invento alemán.
Paquito iba a decir algo, pero se calló.
—O sea, que usted se presenta aquí y dice que quiere conocernos y hacernos un reportaje, ¿es eso?
—repasó el líder—. O sea, a ver si me aclaro, que usted, señor periodista, ha llegado hasta aquí después de
internarse por un laberinto de montes y más montes y de caminos que desafían el olfato de los propios lobos,
aparte de rastrear, encontrar y atravesar un paso subterráneo que solo conocen los que aquí ve, porque
los otros ya están todos muertos, ¿y nos dice que es un tipo que ha empezado a colaborar con el Diario de la
Provincia? ¿Es eso? Repito, ¿es eso?
La simplicidad de la respuesta le hizo sentir a Paquito Munera una especie de gracia fría.
—Pues… sí. Sí, sí.
El otro no dejaba de subir y bajar la visera.
—¿Me está diciendo, querido amigo, querido ratón, pollo o lo que maldita cosa sea, que usted, con esa
pinta, ha conseguido lo que no ha podido hacer ningún elemento de las fuerzas invasoras del asesino dictador
Franco y sus inmundos cómplices, con todo el aparato de agentes, soldados, números, colaboradores,
espías y esbirros que tiene a disposición gracias a su régimen basado en el engaño y el crimen? ¿Que usted
solito, un colaborador del periódico provincial, ha llegado a descubrir el camino secreto que conduce hasta
el cuartel general de la Brigada 22, la más gloriosa guerrilla de los Ejércitos del Centro, resistente en las
sierras desde… desde…?
—Dígalo sin rodeos, jefe, que no sabemos desde hace cuánto —susurró el más joven con un deje de
pesadumbre.
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