El mundo campesino visto por Walter Benjamin, por José Luis Puerto.
Factor. Espacio San Feliz.
27 junio 2023, 20 h
En Factor Espacio San Feliz ( C/ La estación 3. San Feliz de Torío), tendrá lugar la conferencia de José Luis Puerto centrada en la figura del Walter Bemjamin más campesino, dentro de ciclo “Habitar en el aura”.
El universo de Walter Benjamin es inagotable. La heterogeneidad de sus textos nos permite acercarnos a su pensamiento desde múltiples planos. Por eso es un escritor que ha logrado sobrevivir al paso del tiempo, porque tiene la capacidad de provocar nuevas lecturas en diferentes períodos de la historia contemporánea, con una escritura a medio camino entre el análisis del presente y la clarividencia y anticipación de lo que está por venir.
Hablar de su relación con el territorio es una excelente forma de aproximación a Walter Benjamin. El diálogo que mantiene con el lugar es uno de los temas más apasionantes para abordar la heterogeneidad de su obra y su infinidad de aristas y matices. Su espacio principal fue la ciudad, concretamente París. Sin embargo, sus textos logran saltar de una geografía concreta y funcionar como metáfora o metonimia de otros muchos lugares. Uno de ellos fue su relación con la geografía rural, un escenario minúsculo en donde volcó buena parte de sus tesis. En ellos aparece, de igual manera, lo más profundo de su pensamiento, localizando algunas de las cuestiones que más preocupó al filósofo alemán. Su biografía está filtrada no solo por grandes urbes, sino por pequeñas construcciones, muchas de ellas abandonadas y perdidas en pueblos remotos. Así sucede, por ejemplo, en su relación con la isla de Ibiza y la suma de emplazamientos despoblados que fue encontrando a lo largo de su vida. Una relación en la que cada punto geográfico, por nimio o insignificante que parezca, lograba convertirse en un símbolo, un motor creativo que disparaba una discusión constante con el entorno. El concepto, tan benjaminiano, de aura encuentra aquí su mejor acomodo: en espacios deshabitados y solitarios que eran capaces de convocar su aquí y su ahora, es decir, las voces previas que en un momento y en un lugar concretos se congregan para enseñarnos que ese instante está saturado de miradas y vivencias pasadas. Como un crisol o un caleidoscopio. El paisaje que observamos es solo la punta del iceberg de una historia de siglos. Solo tenemos que afinar el oído y la vista con una atención casi enfermiza y una capacidad de concentración exaltada. Esos espacios mínimos y su manera de abordarlos nos dan la medida exacta del mundo benjaminiano, porque supo extraer de ellos todo el potencial que guardaban.
Walter Benjamin nos enseñó que no bastaba con describir únicamente el objetivo de nuestra búsqueda, ese tesoro que se esconde bajo nuestros pies y que nos ha puesto en camino para tratar de encontrarlo. Aboga, más bien, por consignar cada una de las capas previas que hemos ido desvelando mientras tratábamos de dar con él. Una apuesta más por el medio que por el fin en sí mismo. Esos estados anteriores, como antesalas, son los que nos dan la clave, porque en ellos se oculta el verdadero objetivo de nuestra búsqueda. Por eso es tan importante el tema del lugar en su filosofía. Y más concretamente el de esos lugares que pasan desapercibidos en un primer golpe de vista. Pueblos, aldeas, pedanías, molinos abandonados, casas sin nadie, ruinas que dan forma al olvido, geografías desplazadas y perdidas en la noche de los tiempos.
Aquí reside una nueva forma de abordar sus libros, a través de diferentes viajes por esos territorios minúsculos, solitarios, ocultos en los pliegues de los mapas. Un recorrido por lugares desplazados de la Historia, desde pequeñas villas del sur de Francia hasta islas pobres del Mediterráneo o pueblos fronterizos que han ido perdiendo habitantes años tras año. Una manera, en fin, de seguir dejándonos arrastrar por una filosofía que, generación tras generación, ha ido encontrando nuevos motivos para acercarnos a un universo inagotable.
- El mundo campesino visto por Walter Benjamin
Varias son las preocupaciones del pensador alemán Walter Benjamin cuando realiza sus dos estancias en Ibiza (19 de abril-17 de julio de 1932, la primera; y la segunda, 11 de abril-26 de septiembre de 1933) en el primer lustro de los años treinta del pasados siglo: el arte de narrar; las relaciones entre lo antiguo y lo nuevo; la experiencia de la pobreza y sus implicaciones existenciales; la influencia de la técnica; el impacto de la modernidad; así como la pérdida del aura. En Ibiza, descubre Walter Benjamin su paisaje virgen y sus costumbres antiguas. Se siente fascinado especialmente por los valores artesanados vivos en esa sociedad premoderna y, en especial, por la vivienda tradicional ibicenca, de la que le llaman especialmente la atención la sobriedad y parquedad del espacio vital, cuyo interior describe concienzudamente, donde el objeto vulgar, el utensilio, al tiempo que es funcional, se convierte en objeto valioso y no exento de belleza. Percibe que la agricultura y la cría de ganado se practican bajo una forma arcaica. Que se halla ante una sociedad en la que se hila y teje y, al tiempo, en la que también se narra, se cuentan historias…
En definitiva, una alabanza al mundo rural.
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