Fue un empeño de quien ocupara el cargo de director general del Libro entre 2004 y 2011, Rogelio Blanco: reunir los archivos visuales más destacados de León para unirlos a un futuro Museo de la Fotografía. Cientos de negativos aún dormidos en cajas.
Son centenares de miles, y son variadísimas, y en ellas puede encontrarse desde esa fascinante y tremenda estampa de la despedida de la Legión Cóndor en León —el escudo felino compartiendo palio con la cruz gamada de los nazis—, a una inacabable panoplia visual de la vida cotidiana en la capital del viejo reino y sus comarcas durante la cruel guerra y la larga posguerra, puro testimonio de un tiempo y unos hombres. Hablamos del archivo del fotógrafo Manuel Martín de la Madrid (1905-1985), comprado por el Ministerio de Cultura en 2011 junto al de su hijo Manuel Martín Martínez, otro profesional leonés de excepción, hoy octogenario. La idea era impedir la pérdida o la división de un material documental y artístico de primer orden, y el gesto correspondió al escritor y docente cepedano Rogelio Blanco, director general del Libro, Archivos y Bibliotecas entre 2004 y 2011. En total, 150.000 negativos adquiridos por 137.000 euros.
Legado que se sumaba a otros dos —también excepcionales— adquiridos poco antes y prácticamente ‘descubiertos’ para el gran público durante esos años. El del ponferradino Vicente Nieto Canedo, quien vio reconocido su inmenso talento a los 98 años —lo visitó personalmente la entonces ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde—, y que decidió ceder gratuitamente su archivo, de unas 5.000 imágenes. Y el bellísimo de Bernardo Alonso Villarejo (1906–1998), fotógrafo de Bembibre, de tono más artístico que histórico, con 3.000 negativos, 1.000 diapositivas y más de veinte películas, comprado a un precio similar al de los dos primeros.
La dirección de Archivos también intentó hacerse con la ‘herencia’ de otros fotógrafos del área de Astorga aunque no se llegó a tiempo. El objetivo era estudiarlos, ordenarlos, digitalizarlos y llevarlos por toda España a lomos de exposiciones itinerantes y otras iniciativas. Pero desde aquellas compras nada se ha hecho, sin completarse ni en algunos casos haberse iniciado incluso el proceso de digitalización imprescindible para su manejo, su exhibición y su puesta a disposición de los investigadores vía Internet. El material reposa en el Centro de la Memoria Histórica de Salamanca, como confirmaron desde este centro, pero aún no se ha hecho nada con él. «Vamos muy lentos por la falta de personal y de medios», comunicaron a este periódico. El proyecto de crear un Museo Nacional de la Fotografía y las Artes Visuales en la vieja sede madrileña de la Tabacalera tampoco prosperó.
Rogelio Blanco, hoy alejado de la política, lamenta el descuido al remarcar el enorme valor de la producción de estos fotógrafos, y llamó la atención sobre lo «barato» que resultaría realizar muestras sobre su obra, el «compromiso firme» bajo el que fueron adquiridas. Un compromiso que, siete años después, aún espera confirmación.
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